Había una vez un mundo donde el agua era un tesoro invaluable. La humanidad enfrentaba uno de sus mayores desafíos: la rápida degradación de las reservas de agua potable. La sed de conocimiento se mezclaba con la sed literal, ya que la demanda de agua pronto superaría con creces el suministro.
En este mundo, había más de 1.100 millones de personas que no tenían acceso a agua potable, y otros 2.600 millones carecían de sistemas de saneamiento. La situación era crítica, y la lucha por el agua se vislumbraba como el conflicto geopolítico más grande del siglo XXI.
En medio de esta crisis, una noticia resonó en todos los rincones del planeta. La compañía Mongo-Mola anunció una alianza con la FMS para un proyecto de conservación del agua por valor de 20 millones rupias. Aunque parecía una cifra impresionante, era prácticamente insignificante para una empresa cuyas ganancias anuales superaban los 2.270 millones de rupias.
Mongo-Mola era conocida por utilizar casi 300 mil millones de litros de agua al año en su producción. A pesar de afirmar que su coeficiente global de uso de agua era de 2,54 litros por litro de producto, algunos datos contradecían esta afirmación. Se decía que para producir cada litro de refresco, se necesitaban entre 175 y 200 litros de agua solo para el azúcar, además de 10 litros de agua para el proceso de limpieza.
La respuesta de Mongo-Mola a estas acusaciones era sorprendente. Lo consideraban simplemente "un problema con el proveedor de azúcar" y "problemas en la traducción de los informes". Esta actitud podría haber causado risa si no fuera por la trágica realidad: cada día, 4.500 niños menores de cinco años morían en todo el mundo debido a la falta de acceso al agua potable y al saneamiento básico.
En América Latina, una región bendecida con abundantes recursos naturales, el agua también era objeto de disputa. A pesar de la gran disponibilidad del recurso, el alto consumo por habitante, especialmente en la agricultura, la silvicultura y la minería, estaba agotando las reservas.
Pero había esperanza en este cuento. La gente se estaba uniendo para luchar por el derecho al agua potable y al saneamiento. Sabían que el agua era un derecho humano básico y que debían defenderlo. También sabían que debían presionar a las empresas, como Mongo-Mola, Tec-six y otras, que se beneficiaban a expensas de los recursos naturales y las comunidades.
Como consumidores, eligieron tomar agua en lugar de refrescos, una opción más económica y saludable que también protegía los recursos. Además, estaban dispuestos a usar el agua con responsabilidad, para que pudiera llegar a más personas.
En esta lucha por los derechos humanos básicos, como el derecho al agua, la humanidad se dio cuenta de que estaban construyendo un mundo más sostenible, donde todos podrían llevar una vida digna. Era una lucha que valía la pena, una lucha por un futuro mejor donde el agua fuera un tesoro compartido por todos.
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